viernes, 11 de septiembre de 2009

Autorretrato - EJCB

 Considero que la identidad de uno mismo, la constitución de una imagen personal, se construye en función de los otros en los cuales me reconozco y distingo los aspectos que me identifican e individualizan desde mi capacidad de objetivarme. El problema sería ¿quién soy yo para los otros? y, ¿para quiénes? Para el Estado soy 32412500 y para la universidad soy 21291/05. Soy un hombre, un hijo de mis padres, un hermano, un nieto, un familiar, un amigo, un compañero, un alumno, un ciudadano y en ocasiones un amante (reconozco que faltan categorías pero…. Se entiende el punto).
      Fui tallado en casa con los valores de la más pura madera ácrata, quizás sin intenciones previas o premeditadas, pero los cuales guían mi mis acciones, criterios y decisiones en cada diástoles y sístoles que repica en mi pecho, lo cual no significa que todas mis acciones sean completamente coherentes, soy humano en primer lugar, pero intento firme y constantemente que lo sean.
     Suelo ser más parecido a un perro de calle que a lo que muchos llaman “adulto maduro”. Sigo siendo aquel niño que busca refugiarse en casi todo lugar y momento, desde en la armonía de una seguidilla de acordes hasta en el más profundo silencio, el cual amo, sabe acompañar. Busco amparo entre la tinta y el papel, en el olor de la tierra húmeda una tarde de lluvia, en las tablas o asientos de un teatro, en la voz de un ser querido, en los rincones de la casa de mi abuela o en los detalles que embisten mi memoria y me sacan a pasear inesperada pero oportunamente. Y, aunque logré mejorar mi relación, sigo desconfiando del sueño, de aquel que golpea la puerta una vez dormido.
     Tengo fobia a las agujas, sobre todo en manos ajenas. Me incomodan los colores brillantes y los lugares cerrados repletos de gente y los cerrados y pequeños. Me molesta de sobremanera que me corten el paso o acerquen objetos a mi cara.
     Prefiero las noches o los días fríos y nublados en los que la garúa me besa la frente a aquellos de sol y calor. Suelo ser muy detallista en lo que despierta mi interés, al tal punto que en ocasiones me tildan de “maniático” (con la limpieza de mis manos por ejemplo) u “obsesivo compulsivo” según algunos amigos que ensayan para psicólogos. Colecciono casi todo, sobre todo momentos, a los cuales no me gusta clasificar, etiquetar, ordenar o almacenar, prefiero dejarlos sueltos, como dije anteriormente, confío demasiado en mi memoria.
     No lloro hace años, no sé porqué, lo cual, la mayoría de las veces, convierte mi tristeza en angustia, impotencia, frustración y bronca, que termina desahogándose en forma de sarcasmo o ironías cuando no logro conseguir un canal más sano o alguno que las contenga dentro de los refugios o herramientas de catarsis antes mencionadas (si logro considerar esto uno de ellos sería una buena explicación para entender lo mucho que estoy contando dado lo reservado y hasta desconfiado que suelo ser en primeras instancias).
     Físicamente soy de contextura liviana, ojos color café bajo grandes párpados, boca pequeña, poco cabello castaño oscuro y piel trigueña de cepa andaluza. Cuatro dedos de frente (desde toda la vida, por las dudas), cejas más tupidas que el bigote, cuello largo y del mismo ancho que mi cabeza, costillas anchas y salientes (diría: “para que quepa un gran corazón” pero en mi sonaría como ironía o mal chiste) y largos pies en relación a mi altura. Tengo además dos campanitas en la garganta, la capacidad de mover mis cejas individualmente y las puntas de todos los dedos de mis manos desde el primer nudillo (incluyendo los dedos gordos que pueden cubrir un ángulo de 180º), un músculo de la muñeca izquierda sobre desarrollado, una huella de cuatro dedos ya que en mis pies los dedos índices descansan en parte sobre los gordos (espero no ser imprudente hablando tanto de mis pies) y los cartílagos de mis orejas pegados. Soy de piernas fornidas, en relación al resto de mi cuerpo, y antebrazos del mismo ancho, o mayores, que mis brazos. Lo cual en total me da un aspecto un tanto “popeyesco” salvo por la cara, la fuerza y el color de piel.
     Me atrae el mar, el vino, la carne, el agua y la sensación de sumergirme en ella, el fuego y su danza, la altura (física) y los mapas sin caminos marcados, nombres ni fronteras. Y me enamora la vida, la gente y los paisajes, con todo el amor y odio que esto implica.

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